martes, 20 de octubre de 2009

Completamente kapput y apenas es martes

Hace pocas semanas accedí a ayudar a mi asesora con sus miles de proyectos y convertirme en su asisgata más que en su estudiante, y días como hoy me siento en la sala, con los pies cansados, los ojos rojos, el estress colgando de la mano y me pregunto si vale la pena hacer ciencia de esta manera. He andado por toda la institución resolviendo cuestiones de logística, por todos lados he tenido que recurrir a las sonrisas y a poner cara de angelito, me han regañado de igual manera por muchos lados por no saber hacer de manera correcta los trámites, he tenido que solucionar problemas que eran para ayer, resolver o adivinar cómo se usa desde una grabadora hasta una videocámara digital, aprender a usar las fotocopiadoras y a saber porque las computadoras no les da la gana funcionar. Mi horario laboral no me rinde y llego a casa a jugar a la casita con la comida, las tareas, las visitas al dentista, carreras a la papelería, a caminar a la universidad 3 vueltas con las vecinas porque después de los 30 la vida sedentaria hace mucho daño.
Aún regreso a terminar el juego del hogar con la limpiada y preparada del día siguiente y acabo sentada en la sala con todas las ganas de trabajar en mi proyecto de investigación pero tan, tan agotada que se me salen las lágrimas de frustración.
Mi proyecto parado, mi cansancio transformado en agotamiento y la ciencia tirada en la mesa

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